'Existe una manera de vivir a la que los Lakota llaman "Caminar en la Belleza." Se dice que uno Camina en la Belleza cuando tiene su Tierra (parte física) y su Cielo (parte espiritual) en Armonía.'

jueves, 23 de febrero de 2012

Los Bisontes, los buenos espíritus de las praderas.

"Cuando las visiones se hacen realidad,
Vuelven los bisontes."


Setenta y cinco millones de bisontes cubrían el continente Norteamericano de costa a costa. La pradera temblaba bajo sus pezuñas. Dieron a estas tierras abundancia. Los indios los consideraban parientes suyos, y en sus mitos y ceremonias, veneraban a los bisontes como fuente de vida.
Sólo mil ejemplares sobrevivieron a la invasión Europea, hoy el Oeste vuelve a tener doscientos mil bisontes aunque en su mayoria recluidos tras las cercas del hombre.

A finales del siglo XIX los bisontes habían sido practicamente exterminados en las vastas llanuras Norteamericanas, encontraron asilo en el grandioso paisaje montañoso de Yellowstone.
 
"La magia de los bisontes nos da fuerza y unidad"


Su poder nace del ritmo de los elementos. Tanto si avanza por la nieve como si pasta bajo una tormenta, el bisonte se mantiene imperturbable. Segun una leyenda india acaso, la serenidad de los bisontes se deba  a que han alcanzado la meta ansiada. Cuentan los mayores que en tiempos muy remotos estos animales habían sido seres antropófagos cuyo único deseo era llegar en convertirse en bisontes.


"La dignidad de los bisontes es sagrada"

 En 1991, 33 tribus se unieron para constituir la intertribal Bison Cooperative. Entre los fines de la organización está no solo la cria de bisontes sino además su dignificación. Por ejemplo en tierras indias los bisontes pueden conservar sus cuernos. Richard Archuletta fue nombrado por el consejo  de los indios taos-tewa responsable de los 98 bisontes, uno de los cargos de mayor responsabilidad en este pueblo del norte de nuevo México, según Archuletta, cuidan y crian a los bisontes por razones culturales.   

domingo, 19 de febrero de 2012

Mensaje del Gran Jefe Seattle.


El gran Jefe de Washington nos envía un mensaje para hacernos saber que desea comprar nuestra tierra. También nos manda palabras de hermandad y de buena voluntad. Agradecemos el detalle, pues sabemos que no necesita de nuestra amistad. Pero vamos a considerar su oferta, porque también sabemos de sobra que, de no hacerlo así, quizá el hombre blanco nos arrebate la tierra con sus armas de fuego Pero... ¿Quién puede comprar o vender el cielo o el calor de la tierra?. Esa idea es para nosotros extraña. Ni el frescor del aire, ni el brillo del agua son nuestros. ¿Cómo podría alguien comprarlos?. Aún así, trataremos de tomar una decisión.
Mis palabras son como las estrellas: eternas, nunca se extinguen. Teneis que saber que cada trozo de esta tierra es sagrada para mi pueblo. Cada aguja de un abeto, cada playa de arena, cada niebla en la profundidad de los bosques, cada claro entre los árboles, cada insecto que zumba es sagrado para el pensar y sentir de mi pueblo. La savia que sube por los árboles es sagrada experiencia y memoria de mi gente. Los muertos de los blancos olvidan la tierra en que nacieron cuando desaparecen para vagar por las estrellas. Los nuestros, en cambio, nunca se alejan de la tierra, pues es la madre de todos nosotros. Somos una parte de ella, y la flor perfumada, el ciervo, el caballo, el águila majestuosa, son nuestros hermanos. Las escarpadas montañas, los prados húmedos, el cuerpo sudoroso del potro y el hombre..., todos pertenecen a la misma familia.
Por eso, cuando el Gran Jefe de Washington nos envió el recado de que quería comprar nuestra tierra, exigía demasiado de nosotros. El Gran Jefe nos quiere hacer saber que pretende darnos un lugar donde vivir tranquilos. Él sería nuestro padre, y nosotros seríamos sus hijos. ¿Pero eso será posible alguna día?. Dios debe amar a vuestro pueblo y abandonado a sus hijos rojos.
Él ha enviado máquinas para ayudar al hombre blanco en su trabajo, y con ellas se construyen grandes poblados. Él hace que vuestra gente sea, día a día, más numerosa. Pronto invadiréis la tierra, como ríos que se desbordan desde las gargantas montañosas, como una inesperada lluvia. Mi pueblo, sin embargo, es como una corriente desbordada, pero sin retorno. No, nosotros somos razas diferentes. Nuestros hijos y los vuestros no juegan juntos, y vuestros ancianos y los míos no cuentan las mismas historias. Dios os es favorable, y nosotros nos sentimos huérfanos. Aun así, meditaremos sobre vuestra oferta de comprarnos la tierra. No será fácil, porque esta tierra es sagrada para nosotros.
Nos sentimos alegres en estos bosques. Ignoro el por qué, pero nuestra forma de vivir es diferente a la vuestra. El agua cristalina, que corre por los arroyos y los ríos no es sólo agua, es también la sangre de nuestros antepasados. Si os la vendiéramos tendríais que recordar que es sagrada, y enseñarlo así a vuestros hijos. De hecho, los ríos son nuestros hermanos. Nos libran de la sed, arrastran nuestras canoas y nos procuran alimento. Cada imagen que reflejan las claras aguas de los lagos son el recuerdo de los hechos que ocurrieron y la memoria de mis gentes. El murmullo del agua es la voz del padre de mi padre.
Así es, Padre Blanco de Washington: los ríos son nuestros hermanos. Si os vendemos nuestra tierra, tendreis que recordar y enseñar a vuestros hijos que los ríos son nuestros hermanos -y en adelante, los vuestros- y tratarlos con el mismo cariño que se trata a un hermano.
Es evidente que el hombre blanco no entiende nuestra manera de ser. Os es indiferente una tierra que otra porque no la ve como a una hermana, sino como a una enemiga. Cuando ya la ha hecho suya, la desprecia y la abandona. Deja atrás la tumba de sus padres sin importarle. Saquea la tierra de sus hijos y le es indiferente. Trata a su madre la Tierra y a su hermano el firmamento como a objetos que se compran, se usan y se venden como ovejas o cuentas de colores. Hambriento, el hombre blanco acabará tragándose la tierra, no dejando tras de sí más que un desierto. Mi gente siempre se ha apartado del ambicioso hombre blanco, igual que la niebla matinal en los montes cede ante el sol naciente. Pero las cenizas de nuestros antepasados, sus tumbas, son tierra santa, y por eso estas colinas, estos árboles, esta parte del mundo, nos es sagrado.
No sé, pero nuestra forma de ser es muy diferente de la vuestra. Quizás sea porque soy lo que vosotros llamais "un salvaje" y, por eso, no entiendo nada.
La vista de vuestras ciudades hiere los ojos de mi gente. Quizá porque el "Piel Roja" es un salvaje y no lo comprende. No hay silencio alguno en las ciudades de los blancos, no hay ningún lugar donde se pueda oír crecer las hojas en primavera y el zumbido de los insectos. No hay un solo sitio tranquilo en las ciudades del hombre blanco. Ningún lugar desde el que poder escuchar en primavera el brote de las hojas o el revolotear de un insecto. Tal vez sea porque soy lo que llamais "un salvaje" y no comprenda algunas cosas... El ruido de vuestras ciudades es un insulto para el oido de mi gente y yo me pregunto ¿Qué clase de vida tiene el hombre que no es capaz de escuchar el grito solitario de la garza o el diálogo nocturno de las ranas en un estanque?. Mi pueblo puede sentir el suave susurro del viento sobre la superficie del lago, el olor del aire limpio por el rocío de la mañana y perfumado al mediodía por el aroma de los pinos. El aire es de gran valor para nosotros, pues todas las cosas participan del mismo aliento: el animal, el árbol, el hombre, todos. El hombre blanco parece no dar importancia al aire que respira, a semejanza de un hombre muerto desde hace varios días, embotado por su propio hedor. Pero, si os vendemos nuestra tierra, no olvidéis que tenemos el aire en gran estima, que el aire comparte su espíritu con la vida entera. El viento dio a nuestros padres el primer aliento, y recibirá el último. Y el viento también insuflará la vida a nuestros hijos. Y si os vendiéramos nuestra tierra, tendríais que cuidar el aire como un tesoro y cuidar la tierra como un lugar donde también el hombre blanco sepa que el viento sopla suavemente sobre la hierba en la pradera.
Cuando el último de entre mi gente haya desaparecido, cuando su sombra no sea más que un recuerdo en esta tierra aun entonces estas riberas y estos bosques estarán poblados por el espíritu de mi pueblo, porque nosotros amamos este paisaje del mismo modo que el niño ama los latidos del corazón de su madre.
Si decidiese aceptar vuestra oferta, tendría que poneros una condición: que el hombre blanco considere a los animales de estas tierras como hermanos. Soy lo que llamais "un salvaje" y no comprendo vuestro modo de vida, pero he visto miles de búfalos muertos, pudriéndose al sol en la pradera. Muertos a tiros, sin sentido, desde las caravanas. Yo soy un salvaje y no puedo comprender cómo una máquina humeante el caballo de hierro puede importar más que el búfalo, al que sólo matamos para sobrevivir. ¿Qué es el hombre sin animales? Si todos los animales desaparecieran el hombre también moriría en la soledad de su espíritu. Lo que le suceda a los animales tarde o temprano le sucederá también al hombre. Todas las cosas están estrechamente unidas.
Debeis enseñar a vuestros hijos lo que nosotros hemos enseñado a los nuestros: que la Tierra es su madre. Lo que le ocurre a la Tierra también le ocurre a los hijos de la Tierra. Si los hombres escupen en el suelo, se escupen a sí mismos.
Nosotros sabemos que la tierra no pertenece al hombre, que es el hombre el que pertenece a la Tierra. Lo sabemos muy bien, Todo está unido entre sí, como la sangre que une a una misma familia. El hombre no creó la trama de la vida, es sólo una fibra de la misma. Lo que haga con ese ese tejido, se lo hace a si mismo. No, el día y la noche no pueden vivir juntos.
Tenéis que enseñar a vuestros hijos que el suelo que está bajo sus pies contiene las cenizas de los nuestros. Para que respeten la tierra, contadles que la tierra contiene las almas de nuestros antepasados. Nuestros muertos siguen viviendo entre las dulces aguas de los ríos, y regresan, de nuevo, con cada suave paso de la Primavera, y sus almas van con el viento que sopla, rizando la superficie del lago.
Consideramos la posibilidad de que el hombre blanco nos compre nuestra tierra. Pero mi pueblo pregunta: ¿Qué es lo que quiere el hombre blanco? ¿Cómo se puede comprar el Cielo, o el calor de la tierra, o la velocidad del antílope?. ¿Cómo vamos a vender todo esto y cómo vais a poder comprarlo?. Acaso podréis hacer con la tierra lo que queráis, sólo porque firmemos un pedazo de papel y se lo entreguemos al hombre blanco?. Si nosotros no poseemos el frescor del aire, ni el resplandor del agua, cómo vais a poder comprarlo? ¿Es que, acaso, podéis comprar los búfalos cuando ya hayais matado al último?. Consideraremos la oferta. Sabemos que si no os la vendemos vendrá el hombre blanco y se apoderará de nuestra tierra.
Sabemos una cosa que, tal vez, el hombre blanco descubra algún día: nuestro Dios es vuestro Dios. Podeis pensar que ahora Él os pertenece, de igual manera que hoy deseais que nuestras tierras sean vuestras.. Pero no es así. Él es el Dios de todos los hombres y su amparo alcanza por igual a mi gente y a la vuestra.
Consideraremos vuestra oferta de que vayamos a una reserva. Queremos vivir aparte y en paz. No importa dónde pasemos el resto de nuestros días. Nuestros hijos verán a sus padres sumisos y vencidos. Nuestros guerreros estarán avergonzados. Después de la derrota pasarán sus días en la holganza, y envenenarán sus cuerpos entre comida y alcohol. No importa dónde pasemos el resto de nuestros días. No quedan ya muchos. Sólo algunas horas un par de inviernos y no quedará ningún hijo de la gran estirpe que en otros tiempos vivió en esta tierra, y que ahora en pequeños grupos viven dispersos por el bosque, para gemir sobre las tumbas de su pueblo. Un pueblo que en otros tiempos fue tan poderoso y tan lleno de esperanza como el vuestro.
¿Pero, por qué entristecerse por la desaparición de una nación? Las naciones están hechas por hombres. Es así. Los hombres aparecen y desaparecen como las olas del mar. Ni siquiera el hombre blanco, cuyo Dios pasea y habla con él de amigo a amigo, queda exento del destino común de las cosas. Después de todo, quizás seamos hermanos. Ya veremos...
También los blancos desaparecerán, y quizá antes que otras estirpes. Continuad contaminando y corrompiendo vuestro lecho y cualquier noche morireis ahogados en vuestra propia suciedad. Eso sí..., caminareis hacia la extinción rodeados de gloria y espoleados por la creencia en un Dios que os da poder sobre la Tierra y sobre los demás hombres. Cuando todos los búfalos se hayan ido, los caballos salvajes hayan sido domados, el rincón más secreto del bosque invadido por el ruido de la multitud, y la visión de las colinas esté manchada por los alambres parlantes, cuando desaparezca la espesura y el águila se extinga, habrá que decir adiós al caballo veloz y a la caza.
Será el final de la vida y el comienzo de otra. Por algún motivo que se me escapa, Dios os concedió el dominio sobre los animales, los bosques y los Pieles Rojas. Quizá podríamos comprenderlo si supiésemos qué es lo que sueña el hombre blanco, qué ideales ofrece a los hijos en las largas noches de invierno, y qué visiones bullen en su imaginación, hacia las que tienden el día de mañana.
Pero nosotros somos "salvajes". Los sueños del hombre blanco nos están vedados. Y porque nos están ocultos, nosotros vamos a seguir nuestro propio camino. Pues, ante todo, estimamos el derecho que tiene cada ser humano a vivir tal como desea, aunque sea de modo muy diverso al de sus hermanos. No es mucho lo que nos une.
Consideraremos vuestra oferta...
Si aceptamos es sólo por asegurarnos la reserva que habéis prometido. Quizá, allí podamos acabar los pocos días que nos quedan, viviendo a vuestra manera. Cuando el último Piel Roja de esta tierra desaparezca y su recuerdo sea solamente la sombra de una nube sobre la pradera, todavía estará vivo el espíritu de mis antepasados en estas orillas y estos bosques. Pues ellos amaban esta tierra, como ama el recién nacido el latido del corazón de su madre. Si os llegáramos a vender nuestra tierra, amadla -como nosotros la hemos amado-. Cuidad de ella -como nosotros la cuidamos- y conservad el recuerdo de esta tierra tal como os la entregamos.
¿Dónde está el bosque espeso?: Desapareció. ¿Qué ha sido del águila?: Desapareció. Así se acaba la vida y sólo nos queda el recurso de intentar sobrevivir.


Jefe Seattle (1855)

jueves, 9 de febrero de 2012

"El sendero de las lágrimas."

"¿Qué es la muerte? ¿Dónde han ido mis padres, mi hermana y mis amigos?”

"Está bien que preguntes y llores, Pequeño Dedo, los guerreros también lloran y pintan su cara para el combate de la vida con sus propias lágrimas".

Éstas son algunas de las preguntas que Pequeño Dedo, el único niño superviviente a la deportación masiva de la nación cherokee plantea al anciano Águila Blanca.

Mientras que el atroz genocidio perpetrado por el ejército de Estados Unidos aún queda sin respuesta, las dudas de Pequeño Dedo poco a poco se van disipando en la poesía y melancolía de este conmovedor relato.
 
 
Las tribus Cherokee, Chickasaw, Choctaw, Muscogee-Creek y Seminolas fueron forzadas a abandonar sus tierras en la década de 1830 durante la administración de Andrew Jackson, según lo estipulado en el acta de remoción india (Aunque cabe mencionar que esto se venía planeando desde la administración de George Washington).
Cerca de 15.000 nativos americanos fueron sacados de lo que hoy se conoce como Oklahoma.
En su larga y dolorosa marcha, los indios sufrieron,  no sólo por el crudo invierno, las enfermedades y la hambruna; aparte de todo eran continuamente saqueados y atacados por los pobladores de los nuevos territorios. Se les cobraban derechos de paso exageradamente altos por donde fuera que transitaran; e incluso el ejército aceleraba las cosas al repartir cobijas infectadas con viruela.
Las cifras oficiales jamás se conocerán. Cínicamente el gobierno dijo en aquellos años que el número de muertos era de 424, cuando lo cierto es que fueron miles. Hoy en día el número de bajas asciende a 4000 aproximadamente, únicamente dentro de la tribu Cherokee.

miércoles, 8 de febrero de 2012

Algunas tribus...

Tribus del desierto: 
* Los Apache: (Vivian en pequeños núcleos basados en la familia y eran nómadas. No existían tribus.)

* Los Hopi: (Són los descendientes de los emigrantes del Sudoeste anteriormente al 1000 a.c. Tambien llamados Moqui, vivían en un grupo pequeño de aldeas autónomas, tambien conocidos dentro del grupo de los indios Pueblo.)

* Los navajo: (Los Navajo se llaman a si mismos "Dineh" (El pueblo) la palabra Navajo proviene de un vocablo tewa, "navajuu" que significa campo de cultivo en cauce seco.)

* Los Tarahumara: (Los Tarahumara són uno de los pueblos más importantes de México, són grandes atletas y se llaman a si mismos Raramuri.)

* Los Seri: (Los Seri pertenecen a las tribus del extremo de la región, a los aislados y reducidos.)

* Los Zuni: (Los zuni, uno de los grupos conocidos como indios pueblo, fueron conocidos como excelentes alfareros.)

* Los indios Pueblo: (Varios grupos indios fueron denominados "Pueblo" dadas sus construcciones en forma de casas de adobe, a las que se accedía a través de escaleras. Todas ellas se comunicaban entre sí.)

* Los Yuma: (Los Yuma engloban a varias tribus hablantes de la lengua hoka, diferenciadas por su hábitat y estilos de vida.)

* Los Pima: (Los Pima son uno de los pueblos del desierto que tras años de sufrimiento consiguieron adaptarsea la vida en las reservas.)

Tribus de los bosques del Sur:
* Los Natchez: (Los natchez poseían una sólida organización política y religiosa que incluía en ocasiones, los sacrificios humanos voluntarios.)

* Los Choctaw: (Se les llamó choctaw por su costumbre de achatar la cabeza de los niños. Aunque poco belicosos, se mantuvieron al lado de los franceses.)

* Los Seminolas: (Los seminolas eran un pueblo agricultor y pacífico, constituido en su mayoría por indios mestizados.

* Los Cherokee: (En el siglo XVIII les fue usurpada su tierra y fueron obligados a pasar por grandes penalidades. Hoy en día, los cherokee constituyen uno de los mayores pueblos indios, son la Nación Cherokee.)

* Los Chicasaw: (Desde la llegada de los blancos se mantuvieron en guerras permanentes, del lado británico contra franceses, cherokees, shawne, creeks...)

* Los Creek: (Los creek era una agrupación muy poderosa en los bosques. Se establecieron como Confederación y formaban parte de las "naciones civilizadas" poseyendo incluso, esclavos.)

* Los Catawba: (Los catawba eran un pueblo hospitalario y fiero a la vez. Apoyaron a los ingleses, y sus enemigos tradicionales eran los Cherokee.)

* Los Calusa: (Los Calusa eran labradores y pescadores. Su flota ahuyentó a Ponce de León en 1513, pero desde mediados del siglo XIX ya no quedan calusas puros.)

* Los Apalache: (Como muchos de los pueblos de la península de Florida, los Apalaches se habían extinguido antes de la llegada del siglo XVIII.)

* Los Timucua: (Los Timucua fueron colonizados muy rápidamente por los europeos dada su ubicación. Fueron cristianizados y más tarde desaparecieron por la gran cantidad de guerras que se generaron en la zona.)

* Los Yuchi: (Los Yuchi eran muy independientes. Su relación con los blancos fue tempestuosa, y finalmente emigraron o se integraron con los seminolas.)