En el transcurso de una ceremonia destacada, la mujer era introducida en la banda de caza de su marido. Para empezar, la familia de él repartía regalos entre los familiares de ella. Los regalos consistían fundamentalmente en caballos,mantas y otros objetos de valor. Una vez intercambiados los regalos, llegaba el momento de] «wiwh'a hunka» (adopción de la mujer) durante el que la nueva familia levantaba un tipi a la nuera y le preparaba el ajuar. La abuela, la madre y las hermanas del marido vestían a la joven esposa con un vestido de ante (confeccionado por la suegra), le pintaban de rojo la raya del pelo y preparaban una gran comida para todo el mundo.
Casada, propietaria
La mujer poseía sus propios caballos, silla de montar, mantas, utensilios de cocina y vestidos. Poseía todo menos el material de caza y de combate de su marido.
Un hombre nacido en una familia próspera podía tomar más de una esposa (normalmente dos o tres y generalmente hermanas). Pero debía disponer de medios sustanciales para que cada una de sus mujeres (con sus propios hijos) tuviera un tipi sólo para ella.
El reparto de las tareas
En la sociedad lakota, la división del trabajo atribuía a los hombres la tarea de la caza y la seguridad y a las mujeres, los trabajos caseros y los niños. Sin embargo esta división no era absoluta y cada uno podía participar libremente en las tareas del otro. Si el marido estaba en el hogar durante muchos días, hacía lo que podía para aligerar el trabajo de la esposa. Cortaba madera, fabricaba o reparaba sillas, cortaba la carne en finas lonchas para su secado y entretenía a los niños.
Hombres y mujeres debían ser atentos el uno para con el otro. Así, cada mañana, como muestra de respeto, el hombre cepillaba y trenzaba el cabello de su mujer y le pintaba las mejillas de rojo.
Aunque la fidelidad era muy valorada en el matrimonio, a veces, una mujer emprendía la huida con otro hombre. A este acto se le llamaba «wiinahme» (esconder una mujer), es decir, seducirla o huir con ella. La pareja de amantes debía entonces buscar refugio en otra banda, ya que el marido engañado tenía la prerrogativa de reunir a los hombres de su familia para acorralar al culpable y eventualmente darle muerte. En cuanto a la mujer, o era azotada o se le cortaba la nariz o la oreja como marca de su adulterio.
En caso de divorcio, prevalecían principios igualitarios: si un hombre deseaba separarse de su esposa, lo podía anunciar públicamente en el curso de una comida, danza o ceremonia. El acto se llamaba «wiihpeya» (repudiar a su mujer). En un momento determinado, el hombre que quería divorciarse se aproximaba al tambor, lo tocaba con una baqueta que después arrojaba por encima de los hombros. El acto era entonces incontestable. Si una mujer quería divorciarse, ella podía «wicayaihpeyapi» (repudiar al hombre). Ya que ella era la poseedora del tipi, simplemente embalaba todos los objetos de su marido cuando él estaba ausente y los dejaba fuera de la tienda. Cuando el hombre volvía, no tenía otra elección que coger sus cosas y marcharse.
Después de haber dado a luz a su primer hijo, la mujer se consagraba a las tareas domésticas y a criar a los niños. En una familia lakota, el número ideal de miembros era de cinco o seis, aunque a veces eran menos, ya que cada hijo era amamantado durante dos o incluso cuatro años. La madre dejaba de amamantar cuando ya no podía soportar las mordeduras en sus pechos. Es cierto que las mujeres amerindias eran fuertes y resistentes, gestando y amamantando con menos dificultades que otras.
Aunque estuvieran permanentemente ocupadas en proveer las necesidades familiares, su existencia no era laboriosa a ultranza, ni mucho menos miserable.
Cuando llegaba el momento de levantar el campamento, la mujer empaquetaba el tipi, el material de acostarse, los vestidos, la comida y los utensilios de cocina para llevarlos sobre las parihuelas.
Desde el momento en el que el clan viajaba, los hombres precedían a las mujeres,los niños y los ancianos, de tal manera que en caso de peligro, animal o humano, ellos fueran los primeros expuestos y así proteger a su comitiva.
Una rica alimentación
La base alimenticia de los lakota era la carne de bisonte, de alce y de ciervo, acompañada de frutas y verduras silvestres. Se añadía también a la dieta la caza menor: antílope, ratón almizclero, perros salvajes, mapaches, puercoespines, mofetas, lobeznos, zorrillos, castores, conejos, patos salvajes, urogallos, etc. Las mujeres recogían cerezas, grosellas, ciruelas, nabos y otras frutas y verduras.
Eran las mujeres quienes preparaban los alimentos. También acompañaban a sus maridos y hermanos en la caza del bisonte para ayudarles en el descuartizamiento y trinchado de la carne para su transporte hasta el campamento. Además curtían las pieles y confeccionaban todo lo que de ellas se puede obtener.
Bastante más que un ama de casa
Igual que para los hombres, el combate jugaba un papel importante en la vida de las mujeres lakota que generalmente pertenecían a sociedades guerreras. Un cierto número de danzas eran dirigidas por las mujeres en honor a los hombres. Así, por ejemplo en la «Iwakicipi» (Danza de la Victoria), ellas llevaban las armas y los tocados de sus esposos y hermanos. Además existían sociedades guerreras compuestas por mujeres cuyos parientes masculinos habían realizado actos de bravura.
Proveedora de medicina de combate
Las mujeres tenían también sus propias sociedades-medicina y, entre ellas, una, la «Wakan Okolakiciye», agrupaba a las mujeres que tenían el Sueño del Alce, del Bisonte o del Caballo». La función principal de esta sociedad era proporcionar una «medicina de combate».
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