El primero de abril de 1999 los 22.000 inuit del Ártico oriental de Canadá consiguieron por fin su sueño de ser una nación. Se llama Nunavut (“Nuestra Tierra”), y ocupa un espacio zigzagueante y gigantesco de tundra y archipiélagos helados. Nada menos que 1.426.040 km2 al norte del paralelo 60.
Nunavut satisface un sueño de autonomía largamente acariciado por los inuit. No querían ser menos que otros pueblos indígenas de Canadá. En 1996 oka, ipperwash y nativos de Gustafsen Lake habían mantenido fuertes enfrentamientos con el ejército canadiense.
Hoy, los inuvialuit, gwichin y shatu dené controlan sus tierras y recursos en el noroeste. El gobierno canadiense ha acordado 6 concesiones más en el Yukón.
Familia Inuit. |
Y tras ratificarse, en agosto de 1998, el tratado con los indios nisga'a del valle de Naas se puede hablar de una independencia efectiva de esa etnia cifrada en 31.000 personas.
Pero Nunavut supone casi un quinto de la superficie de Canadá y se desgaja de forma pacífica. Sobre el papel es una autonomía generosa. Los inuit tienen la propiedad directa sobre 350.000 km2 y se les reconocen derechos mineros por valor de más de 120.000 millones de pesetas a pagar en 14 años.
Dada su escasa población, las perspectivas económicas de Nunavut parecen halagüeñas. Aún más si se comparan con la triste situación de otros indígenas del mundo desposeídos de sus tierras.
De momento, los inuit se sienten a gusto dentro de Canadá. No tienen fuerza numérica ni ganas de plantear aventuras independentistas. Viven en casas donde no faltan buenos radiadores y televisión por satélite.
Los nuvugmiut (un subgrupo de los inuit de la costa norte de Alaska) eran cazadores de ballenas y vivían en cabañas de troncos semi-subterráneas en grandes poblados permanentes. No solían utilizar kayacs y sólo construían casas de hielo si les sorprendía una tormenta. Formaban una sociedad muy estructurada, en la que la posición social se medía en relación con el umialik, es decir, la posesión de una embarcación para cazar ballenas.
Pueblo Inuit |
Su calendario es muy particular, nombran los días según la edad de la Luna. Dividen el año en trece meses cuyos nombres difieren según las tribus. Esa extensión excesiva de año es balanceada por la omisión ocasional de un mes entero que recibe el nombre de siringilang (sin Sol), que fijan a partir de la Luna Nueva que da comienzo al invierno. Durante el largo período en el curso del cual no ven el Sol, denominan los días con el nombre de sirinktengo. Gracias a las constelaciones (formas dadas según su propia observacion) saben cuándo se aproxima la estación oscura. Mediante ciertas marcas en las rocas, conocen la llegada del solsticio de invierno que para ellos es el comienzo del año, que es recibido con grandes festejos.
No les gusta que le llamen esquimal, palabra despectiva de los indios algonquinos que significa “comedor de carne cruda”. Ellos son inuit, “los hombres” en su lengua inuktitut. Suelen practicar el protestantismo y hace tiempo que dejaron de creer en los espíritus del mar y del viento.
La imposición de un sistema legal desconocido fue desconcertante para un pueblo que poseía unas leyes ancestrales. Aunque las tres instituciones tenían una actitud paternalista y autocrática, su influencia fue limitada. Hasta después de la segunda guerra mundial, los grupos inuit no estuvieron expuestos al tipo de educación del Sur, ni a las ventajas de unos servicios sanitarios y sociales. Aqui podeis ver como y donde viven los Inuit:
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